“¿Quién
alcanzará algo grande si no tiene la fuerza y la voluntad de infligir grandes
sufrimientos? Saber sufrir es poco: hay mujeres y esclavos que han destacado
como maestros en este arte. Pero no sucumbir ante los ataques de la angustia
íntima y de la duda turbadora cuando se causa un gran dolor y se oye el grito
de este dolor, esto sí es grande”. “El hombre superior se distingue del
inferior por la intrepidez con que provoca la desgracia”
(Friedrich Niezstche: Así Habló Zaratustra)
Gastarse la
vida demostrando fortaleza y control no es una experiencia infrecuente en
nuestra sociedad occidental, que nos educa para eso. Hay quienes hacen de su
vida un tsunami que no deja tiempo para la debilidad, un panegírico del triunfo
y la guerra. Como respuesta a la ansiedad básica, madre de la neurosis, estos
rasgos forman parte del cortejo de conductas que Karen Horney incluye en el
movimiento de ir contra los otros o
el tipo agresivo
Ir
contra los otros: El tipo agresivo
“Así como el complaciente cree que la gente es
simpática y se desconcierta cuando comprueba que no lo es, el tipo agresivo da
por sentado que la gente es hostil y le cuesta creer que no lo es. Para él la
vida es una lucha de todos contra todos y sálvese quien pueda.” Así
comienza el cuarto capítulo de Our Inner Conflicts (Nuestros conflictos
interiores) (1945)
Al igual que el tipo complaciente, el agresivo se
da cuenta de la hostilidad que lo rodea, de su situación desventajosa y de la
ansiedad básica que experimenta, pero a diferencia de aquel, se arma con todos
sus pertrechos y se dispone no sólo a dar la batalla, sino a triunfar a costa
de lo que sea.
Horney plantea que “Sus necesidades se derivan
fundamentalmente de su sensación de que el mundo es un escenario donde, en el
sentido darwinista, sólo los más aptos sobreviven y los más fuertes aniquilan
los débiles.”
Entonces necesita ser de los más aptos y de los más fuertes y,
si es posible, el más apto y el más fuerte. Para eso reprime neuróticamente
todo rasgo de debilidad, pudiendo exigirse grandes sacrificios con tal de
demostrar su superioridad. Su meta existencial, entonces, es “ser fuerte,
llegar a serlo o al menos aparentarlo”
Esta necesidad existencial (o teleológica al decir
de Alfred Adler) es alcanzada a través de las siguientes estrategias:
Primera, no admitir el miedo. De ningún
tipo. Por eso se obliga a ejercitar aquellas tareas que naturalmente se lo
producen a fin de entrenarse en su control; por ejemplo, si le teme a un
animal, lo enfrenta hasta que se familiariza con él; si le teme a una
circunstancia social (soledad, oscuridad, delincuencia…) se expone a ella hasta
que logra manejarla. Esto le reportará triunfos que irán alimentando su autopercepción
de fortaleza, a la par que tejerá a su alrededor un halo de respeto.
La segunda es ejercer el control sobre los
demás, con lo que dirige todas las circunstancias hacia sus propios intereses.
Para lograr este control puede utilizar métodos directos e indirectos. El método
directo es el ejercicio absoluto del poder: convenciendo al
entorno de que él es el más apto para liderizar el grupo. Los métodos indirectos
son:
- · La manipulación desde el intelecto, creyendo que por el razonamiento, deliberación y previsión todo se puede gestionar y dirigir hacia sus intereses. Así logra que la gente se convenza y apropie de los argumentos que le plantea y se enfoquen en buscar sus mismos objetivos; los demás se identificarán con su causa y se sentirán obligados a defenderla, por lo que su poder aumentará.
- · Buscarse un compañero sobresaliente, deseable, con cuyo atractivo, prestigio, o riqueza pueda mejorar su propia posición.
- Un tercero y no menos importante método indirecto es “preferir ser el poder detrás del trono”. Sólo así acepta un segundo lugar. Estar detrás del trono le confiere el conocimiento de los entresijos del reino, por lo que sabrá acercarse a aquellos que tengan iguales deseos de poder y menos inteligencia; moverá los hilos, favorecerá unas circunstancias, entorpecerá otras, y mantendrá su ecuanimidad de modo que las culpas siempre recaigan sobre los otros. De igual forma manejará a los que tienen más poder que él haciéndoseles indispensable por su capacidad y fortaleza, obteniendo así que deleguen en él crecientes cuotas de poder.
La opción por los métodos directos o indirectos
dependerá de cuánta necesidad de afecto esté subyacente, tendiendo a los
indirectos cuando esta es mayor.
Las actitudes que destacan en la conducta del Tipo Agresivo son:
- Está alerta y dispuesto para discutir y demostrar que tiene la razón. Muchas veces hará todo lo posible para propiciarlas. Esta actitud pendenciera se agudiza y optimiza cuando está en una situación de arrinconamiento “entre la espada y la pared” y no tiene más alternativa que luchar.
- · No admite sus errores a menos que sea absolutamente necesario o le sirva para un fin específico. Para el agresivo admitir un error es una imperdonable muestra de debilidad.
- · Busca la manera de alimentar su eficiencia e ingenio para ser no sólo el más fuerte y más sagaz sino también el más buscado en el área que se desenvuelva.
- · Hace lo posible por excluir los sentimientos de su vida. Las manifestaciones sentimentales pueden ser interpretadas como signo de debilidad, lo cual no favorece su imagen. Mientras más fuertemente reprima sus tendencias tiernas, las agresivas se harán cada vez más compulsivas.
- · Actúa como una persona elegantemente desinhibida que se permite pedir, defender sus puntos de vista, enojarse y hacer valer sus deseos; sabe mandar.
- · Se describe a sí mismo como fuerte, honesto y realista. Según él, su honestidad radica en que no comparte la hipocresía de los que no quieren ser fuertes y se escudan en sus debilidades para estancarse en la vida. Arguye que prefiere echarse el mundo a sus espaldas a ser hipócrita.
- · Se puede comprometer con causas filantrópicas y sociales -sobre todo si esto contribuye a fortalecer su imagen de poder- exponiendo virtudes y valores cristianos, a los que paradójicamente trata según la filosofía de la selva (gana el más fuerte y el más apto).
La armadura de este gigante empieza a aflojarse cuando
se encuentra con alguien que tenga una verdadera grandeza de espíritu, lo cual
es muy capaz de reconocer y respetar. Sólo ante esas contadas personas, el tipo
agresivo se permite desnudar su alma y puede usarse esa relación como
coadyuvante en el proceso terapéutico, que tiene como objetivo el
reconocimiento de su debilidad y sus necesidades de ternura.

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